Cuatro vigilias

Cuatro vigilias llevó para que se aprobara la ley de aborto legal, seguro y gratuito en Argentina. Bueno en realidad 34 años fueron los que pasaron desde la primera marcha que pedía por este derecho a decidir hasta que se aprobó, y 4 vigilias fueron las que mi generación hizo en las calles de todo el país. Escribo esto desde mi cama, con lágrimas de emoción y todavía no caigo de que hace un ratito el senado argentino finalmente aprobó la ley y que pasó todo ese tiempo desde que empezamos a pedir por este derecho. Mis más profunda gratitud a todas esas que vinieron antes de nosotras y que nos abrieron paso, de verdad gracias! 

Por suerte yo pude vivir el final de esta lucha y el comienzo de nuevas. Pero primero quisiera darles un poco de contexto, en el 2018 estalla en Argentina un movimiento feminista en todo el país liderado por millennials y centenials. Que, siguiendo los pasos de las pioneras, nos plantamos en las calles con nuestros pañuelos verdes y nos prometimos que hasta que no salga la ley no íbamos a parar,y (spoiler alert) eso hicimos. 

En el 2018 por primera vez la ley se iba a tratar en el congreso de la nación, y nos juntamos con un grupo de amigas, porque estas cosas se comparten en grupo. La verdad era que no sabíamos que iba a pasar, el poroteo (como le decimos acá en Argentina al conteo minuto a minuto de las posiciones de los diputados o senadores) no era muy favorable, pero no había nada definido. Fue una noche muy fría en invierno, y nosotras hacíamos lo posible para que no se sintiera tanto, bailabamos, saltábamos, cantábamos y tomábamos un poquito de vino por las calorías y todo eso. Algunas prendieron fogatas para sentarse alrededor, otras tapadas con mantas dormían abrazadas en la calle, la verdad fue duro pero sabíamos que teníamos que estar ahí, metiendo presión a los que estaban en contra y apoyando a quienes estaban a favor. Nosotras nos refugiamos en un bar y nos desplomamos en la silla y hasta dormimos un poco apoyadas en la mesa hasta que se acercó el momento de la votación y, ya un poco más descansadas, nos fuimos lo más cerca del congreso que pudimos a esperar el resultado. Estábamos todas apretadas y agotadas escuchando atentas a los últimos oradores, y a último momento tres diputados de la provincia de la pampa decidieron votar a favor, dándonos la victoria. ¡No lo podíamos creer! fue un momento hermoso, saltamos todas y gritamos con todas las energías que nos quedaban celebrando ese momento. Nos abrazamos y lo que se sintió es difícil de explicar sin caer en lugares comunes, pero en ese momento éramos todas compañeras y hermanas.

La mañana en la que se votó la ley en el senado, me levanté y prendí la tele para seguir el minuto a minuto. Y me acuerdo que un senador muy importante en ese momento, antes de entrar al parlamento le dijo a los medios “no, hoy no sale”. Me acuerdo también que lo ignore, no quise aceptar que la ley no iba a salir, y no quería perder las esperanzas. Cuando me encontré con mis amigas, el rumor de que no salía era muy fuerte, pero no queríamos decirlo en voz alta y manteníamos las esperanzas en que todo pudiera cambiar a último minuto, probablemente un poco influenciadas por lo que había pasado en diputados y otro poco para no ponernos tristes antes de empezar el día. 

Ese día llovía y también hacía mucho frío. Y, como yo tengo la suerte de vivir cerca, después de quedarnos un rato en la calle mi departamento se transformó un bunker/tertulia donde se juntaron cerca de 12 personas a mirar la televisión, a debatir y a esperar a que sea exacto el momento de la votación para poder ir a la plaza de nuevo y recibir los resultados acompañadas de ese hermoso colectivo de mujeres que se había armado. Mientras que esperábamos ese momento, empezamos de a poco a decir las palabras en voz alta “hoy no sale” y en comunidad empezamos a apoyarnos, darnos aliento y a decirnos que íbamos a tener que seguir luchando, porque si no salía este año iba a ser el próximo, pero la ley la íbamos a sacar. Todo eso nos decíamos mientras nos vestíamos y nos íbamos para el congreso. Ya en la calle, rodeadas de otras mujeres, por las pantallas se escuchó “31 votos a favor y 38 en contra” y ya no presté mucha más atención, estábamos todas llorando y abrazandonos. Pasaron dos mujeres mas grandes que nosotras y nos dijeron “chicas, no lloren! Ánimos! El año que viene lo volvemos a presentar y sale! Nosotras vamos a volver, esperamos que ustedes también!” Como pudimos le dijimos que si, pero las lágrimas nos caían de los ojos. Volviendo a casa, la energía que se sentía no era triste ni con bronca, era calma y esperanzadora. Es difícil de explicar, pero nosotras siempre tuvimos todo difícil, sabíamos que llegar a una media sanción de la ley era un montón. Y que había que seguir luchando, pero que tarde o temprano lo íbamos a lograr.

Durante el 2019, no se pudo presentar el proyecto, pero las calles siguieron inundadas de mochilas y carteras con pañuelos verdes. Todas seguimos dando la discusión en nuestras casas, en nuestros colegios y en nuestros trabajos. Hasta que en el 2020, asume un nuevo presidente que tenía como una promesa de campaña, hacer el aborto legal, seguro y gratuito. Pero en Marzo de ese año llegó la pandemia y puso a la ley en segundo plano, respiramos profundo y seguimos aguantando.

Yo creo que hablo por todas y todos cuando digo que estábamos ya cancelando el 2020, haciendo de cuenta que nunca existió, completamente cansadas y hartas. Hasta que, ya llegando fin de año,  el poder ejecutivo manda la ley al congreso. Cuando digo fin de año lo digo de manera literal, la primera sesión fue antes de navidad, y la segunda dos días antes de Año Nuevo. Me acuerdo de leer un twit de una periodista colombiana que vive en Argentina que decía algo así como “era obvio que se iba a votar el 31, porque en este país la opción más probable es siempre la más intensa”. Me reí mucho, porque la verdad es que tiene razón.

Para la sesión en diputados, mas o menos sabíamos que había mayoría de diputados a favor de la ley así que era muy probable de que salga, y , a pesar de la pandemia, estuvimos en las calles, respetando dentro de lo posible el distanciamiento social y con barbijo, pero estuvimos ahí presionando a quienes estaban en contra y apoyando a quienes estaban a favor como en el 2018. Esta vez éramos sólo dos, y cuando fue el momento de la votación, nos agarramos las manos con fuerza y no nos soltamos hasta que por los parlantes se escuchó “131 votos afirmativos y 117 negativos”, volvimos a gritar, a saltar y a festejar, pero con prudencia porque no nos queríamos decepcionar de nuevo. Nos pusimos contentas?, si. Sabíamos que este año era el definitivo e iba a salir? No.

Esos días entre que se aprobó la media sanción en diputados y se debatió en el congreso fueron eternos, todos los días contando el poroteo, que daba empate o pérdida, y leyendo declaraciones nefastas. Pero tocaba respirar hondo y esperar a la fecha de votación, todo podía pasar. Esta vez me tocó pasarlo sola Y estuve todo el día prendida a la transmisión del debate en la cámara de senadores. Y lo que empezó a pasar fue realmente inesperado, la mayoría de los senadores que estaban indecisos, se inclinaron por el si. Uno por uno iban argumentando y nosotras íbamos sumando, “¡es ley, ya tenemos mayoría!” se leía en redes, yo no caía. Y cuando empezó a hablar el último orador, agarré mi barbijo, me fui a la plaza y por los parlantes se escuchó “con 38 votos a favor y 31 en contra, se transforma en ley”,  mis lagrimas empezaron a caer solas. No lo podía creer, incluso escribiendo esto se me sigue armando un nudo en la garganta de la emoción. Por supuesto hubo gritos y saltos, pero esta vez hubo más abrazos que otra cosa, y lo que se sentía era alivio, ese como cuando te sacas una piedra enorme de tu mochila, eso se sintió. Me quedé un rato hasta que el nudo en la garganta se fue y volví a casa.  

Escribiendo esto pienso que les dejamos a las jóvenes que vienen el camino un poco más desandado, para que ellas sigan consiguiendo nuevos derechos. Siempre me acuerdo de un cartel que leí en alguna marcha que creo que resume mucho lo que significaron todos estos años de lucha. El cartel decía “nuestras abuelas nos dieron el voto, nuestras madres el divorcio y nosotras les vamos a dejar a nuestras hijas el derecho a decidir”.  La lucha sigue, y los pañuelos verdes no van a salir de las carteras o las mochilas, porque sabemos que la implementación de la ley va a ser difícil. Pero dimos un paso más, de acá para adelante, juntas y hermanadas, siempre. 

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